martes, 21 de junio de 2011

Bolivia y su enredada coyuntura política


Texto: Elaboración propia, editado por Semanario Uno y Aula Libre.
http://www.semanariouno.org/documento/SemanarioUno318.pdf
Nota: Chat y Entrevista

Una sociedad que se cierra. Así ve Paz a la Bolivia de hoy, inmersa en crisis y disputas políticas que, lejos de resolverse en democracia, se complican y agravan..
Una Sociedad que se cierra

Advertencia: En este esbozo, desde ningún punto de vista pretendo categorizar o generalizar conceptualmente al partido político en función de gobierno, tampoco a la oposición política sensata de nuestro país. Lo que procuro es abordar los actos y contenidos discursivos, barajados por los grupos minoritarios que hacen de escuderos de los discordes polos –me refiero a los xenófobos por supuesto– actualmente enfrentados ideológicamente en Bolivia, estos irónicamente se repelen y se declaran mutuamente enemigos antagónicos, tal es su ceguera dogmatica -análogamente caen en los mismos vicios- que son incapaces de percatarse que juntos forman las dos caras de una misma moneda.

Los pro-oficialistas; son seductores actores políticos que aparentemente creen ser la reencarnación de algún rey-filósofo antiguo. Es sorprende la facilidad con la que se arropan el monopolio de la verdad, ese don sobrehumano –que los acerca más a los antiguos dioses paganos que a nosotros, unos simples mortales– es usado discrecionalmente para distinguir y sancionar categóricamente lo bueno de lo malo, no dan lugar a réplica o la duda sobre la validez y el sentido lógico de sus juicios emitidos; Pretenden paralizar y restringir todo tipo de sentido crítico en la sociedad, pues bajo su lógica no es necesario hacer uso de la razón para meditar sobre sus actos, ya todo está dicho, ya todo está escrito.

Los anti-oficialistas; no son querubines que han caído inocentemente en este juego de idiotización de la política boliviana, por supuesto también son actores minoritarios con poca o nula cultura democrática, idénticamente acostumbrados al maniqueísmo político y las prácticas fascistas. Hacen uso de las mismas herramientas, solo que en sentido contrario.

Estos grupos vienen intentado forjar o gestar proyectos de sociedades cerradas, designios que imponen en los tejidos sociales de sus diversas área de influencia, por citar un par de ejemplos: En vastas regiones de las periferias urbanas y zonas rurales del país, la dictadura sindical -que ha logrado consolidarse gracias a la maduración un proceso histórico de contenido antidemocrático- viene confiscando arbitrariamente los bienes patrimoniales de opositores indígenas, humillando y ultrajando la integridad física de los disidentes políticos, y en determinadas coyunturas amenazan con la tomas de ciudades portando armas en actitud claramente beligerante. Por su parte, los anti-oficialistas hacen lo propio con los actores afines al gobierno, solo que en una escala mucho menor, debido a que su poder coercitivo es limitado y sus plazas políticas de influencia se ven reducidas a diversas manchas en la geografía electoral –sobre todo rural y centro urbana– , anclados fundamentalmente en las regiones orientales del país.


El Estado de Derecho

En Bolivia se ha renunciado al ideal supremo de institucionalizar gobiernos de leyes, con líderes que alternen en el poder, en la actualidad no pasamos de ser un gobierno de hombres. La historia nos ha demostrado que si los hombres no tienen límites pre-establecidos sobre el poder que se les ha de otorgar, estos gobiernan según sus caprichos y son sus instintos los que guían su apetito de poder, Bolivia no es la excepción; se ha manipulado y desmantelado tanto las instituciones del Estado de derecho, que actualmente nos encontramos sumidos en una profunda crisis de Estado. En múltiples ocasiones el orden constitucional es rebasado por movimientos sociales y grupos de presión de todo pelaje, situación que hace imposible garantizar o hacer respetar las libertades civiles y políticas de los ciudadanos en general.


El Gobierno en Bolivia

El partido político que funge como gobierno, se sirve del sistema democrático, lo usa como un mero ropaje o instrumento simbólico que le permite legitimar e institucionalizar el poder ante la sociedad boliviana y la comunidad internacional, por lo que muy posiblemente nunca va a renunciar a este instrumento de forma alegórica, vale decir que apoya y promueve la prebendalización de vida política del país: referéndums, elecciones y en una última instancia posiblemente una reelección. Si anexamos las venideras elecciones presidenciales de diciembre próximo, en los últimos nueve años se habrán contabilizado nueve contiendas electorales, ocho de las cuales ya se ha realizado con un padrón electoral contaminado y poco fiable.

Los movimientos sociales (grupos de presión y poder) y sectores afines al gobierno se mueven impune y deliberadamente en la anarquía. Cercan el Congreso, amenazan con la toma de ciudades e instituciones, hostigan a la oposición urbana, humillan y ultrajan la integridad física de los disidentes políticos, esto como mecanismo de control ideológico hacia los disconformes (además sirve de advertencia a los potenciales discrepantes del orden impuesto) en sus núcleos de dictadura sindical.

Adicionalmente, se utiliza arbitrariamente los aparatos represivos del Estado y la propaganda política para acorralar a la oposición política, ejecutar juicios sumarios e ‘incendiar’ el discurso político del país, estableciendo una línea demarcadora entre un nosotros (patriotas, demócratas, marxistas, etc.) y un ellos (oligarcas, terratenientes, separatistas, etc.), con el objeto justificar la gestión de gobierno desde un punto de vista ideológico de corte populista, bastante conocido ya por todos.


Banalización de la política

Permanentemente se introducen en la agenda política nacional temas banales, triviales y sin ninguna importancia real, para atacar directamente la ética religiosa, la moral colectiva y la identidad cultural de la oposición. Estas son simples cortinas de humo para distraer la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública, tácticamente utilizan estos temas para movilizar (con el debido desgaste) a la oposición mientras se ventilan los escándalos de corrupción, narcotráfico, pérdida de mercados, crisis económica, falta de gestión pública, etc.

En ocasiones la cortina de humo sirve para distraer la atención, mientras se trabaja en la implementación de una medida poco o nada consensuada.


La oposición que considero sensata

Por supuesto, en Bolivia existe una oposición inteligente, democrática, que promueve y defiende el Estado de Derecho. Esta oposición que en la actualidad se encuentra dispersa, dividida y fragmentada, es el fiel reflejo de una sociedad heterogénea y fracturada, como es el caso de la Bolivia de nuestros días.

Está conformada por actores políticos, instituciones y ciudadanos muchas veces sin nombre, de alguna manera cada uno intentan promover un frente político que represente sus aspiraciones e ideales. En este camino se han cometido varios errores de orden táctico que han impedido la reestructuración del sistema de partidos políticos.

Por un lado, casi todos se organizan debido a que quieren enfrentar más que al partido político en función de gobierno, a su caudillo (Evo Morales).

Por el otro lado, se aglomeran mayoritariamente en partidos políticos o agrupaciones ciudadanas de laboratorio, detrás de otro caudillo que proyecta una doctrina anti-evista y anti-oficialista. No han sido capaces de crear institucionalidad democrática ni rotación de los líderes al interior de los instrumentos electorales que intentan crear y en algunos casos resucitar.

Finalmente, mientras no desarrollen un proyecto independiente, que sea una alternativa política para el país, su objetivo central seguirá siendo hacerle mella al actual presidente de la República, con lo que no podrán introducir temas cruciales en la agenda electoral, y seguirán careciendo de identidad y discurso propio.


El ambiente pre-electoral

Todos estos personajes pugnan por captar la atención de la opinión pública, para nuestra desgracia muy pocos son portadores de argumentos coherentes y sólidos, no tienen propuestas de políticas públicas que apunten a consolidar un proyecto de país viable, en su desesperación por monopolizar la atención del electorado, solo les queda recurrir a los insultos para descalificar vilmente a sus adversarios políticos. En su búsqueda de contenido han mutado para convertirse en discípulos obtusos de la ilustración, renunciaron a reconocer la cruda realidad social vigente de nuestro país; en nuestras ruinas como Estado no son capaces de ver más que odio, rencor, intolerancia y deseos de venganza. Muy cobardemente manipulan y se dedican a atacar verdades ya superadas (la corrupción, el narcotráfico, la iglesia medieval, la colonia, las dictaduras, el latifundio, la oligarquía, el terrorismo, etc.), un debate que actualmente está fuera de contexto, ya que solo un demente las defendería.

Los bolivianos le debemos a la polarización política, que de un tiempo a esta parte se hayan incrementado considerablemente las agresiones físicas y verbales a los diversos medios de comunicación, ciudadanos en general, actores y disidentes políticos de todo pelaje. En términos generales, los grupos minoritarios que conforman los dos polos confrontados, no pasan de ser dos némesis que juzgan sumariamente a sus contrincantes, se necesitan mutuamente para justificar su existencia en el escenario político nacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario