El otro
candado es el referéndum del 21-F, en el que el soberano se pronunció de manera
específica y vinculante (de cumplimiento obligatorio), para que estas dos
autoridades no puedan ser reelectas dos veces de manera contínua. ¡Menudo lío
en el que se han metido!
Como la
política ha demostrado a lo largo de la línea del tiempo que es la ciencia de lo posible, hay una serie de aprendices
de brujo que pretenden sacar del sobrero la re-postulación de Morales en 2019,
las soluciones mágicas van desde una interpretación constitucional del “derecho
a ser elegido”, que es justamente el derecho que le vulneraron a los 228
candidatos de UD-Beni en las elecciones subnacionales de 2015 (prácticamente una semana antes del
proceso electoral), hasta la teoría que de Morales queda habilitado si renuncia
minutos antes de que se cierren la inscripción de candidatos, como bien diría
Buzz Lightyear: «“Hasta el infinito...
¡y más allá!».
Ahora
bien, más allá del bien y del mal, un reacomodo de las fuerzas políticas,
siempre generará ganadores y perdedores, por lo que los “grupos de poder” incrustados
en la amalgama oficialista verían afectados sus intereses, inexorablemente estarían
forzados a renegociar sus privilegios (beneficios económicos, políticos,
culturales, sociales e inclusive su existencia como tal), con la nueva
estructura de poder, esto con resultados siempre impredecibles. De allí emana
la imperiosa necesidad de mantener el statu quo, un fin que obedece al instinto
básico de supervivencia.
Finalmente, debido al vaciamiento ideológico fomentado
por la búsqueda descarada del poder por el poder, el MAS ha perdido la
autoridad moral que otrora vanagloriaba y ha tirado a la basura los grandes
mitos y las falsas promesas que antes pregonaba a viva voz (anti-capitalismo,
defensa de la madre tierra, etc.), por lo que están sometidos al indeterminismo
cuántico, es decir que asisten en primera fila al irreversible curso de la
historia, desenlace al que tratan de oponerse contra viento y marea, el
implacable y derrotero tiempo es el juez.
Texto: Romano Paz