El común denominador de nuestro devenir primero como
especie y luego como civilización, era y es que nos instruyan acerca de los
diversos peligros y adversidades que debemos enfrentar en la vida con mentiras
piadosas y que a su vez se recurra a palabras perfumadas para consolarnos. Sin
embargo, con mayor o menor grado todos los seres humanos albergamos un
incansable niño interior que con espíritu dubitativo durante centurias y
milenios de manera incansable e intermitente ha martillado las siguientes
frases: ¿Por qué esto?, ¿Por qué lo otro?, ¿De dónde viene?, ¿Cómo sucede?, etc.,
es gracias a esa actitud acumulada de forma histórica que hemos arribado a la
sociedad del conocimiento, que guste o no guste es el mundo que objetiva y
materialmente habitamos. Entrando en la materia de este título y para ilustrar
el tema, citaré como ejemplo que muchos de los principales argumentos
literarios de las obras más fundamentales de la humanidad carecen de sentido para
las actuales y las nuevas generaciones, veamos porque:
Rotos los
recursos literarios de la incomunicación y el aislamiento, en la 21va centuria
de nuestro señor, la magistral obra de Homero; La Odisea, sería un Reality Show
con Ulisises de superstar, quien postearía a diestra y siniestra en todas las
redes sociales su mitológico viaje de regreso a casa en modo deporte aventura y
de alto riesgo (muy probablemente auspiciado por los Red Bull), transmitiendo
en vivo y hablando prácticamente a diario con su amada Penélope y su hijo,
demás está decir que tendría millones de seguidores y sería un influencer. Por
su parte, en este nuevo paradigma Hansel y Gretel no se hubieran extraviado en
el bosque a no ser que no tuvieran internet o que, en un infrecuente descuido, los
dispositivos móviles de ambos se hayan quedado sin batería, aun así, sería muy
fácil para las autoridades triangular su ubicación en base a su última conexión
con la nube. En este mundo de la hiperinformación y la hipercomunicación
resultan ser especímenes en peligro de extinción esos maravillosos locos que
deciden vivir la vida al mejor estilo del náufrago Robinson Crusoe, la gran
mayoría hemos sido atrapados por la Matrix.
De manera paralela, este aparentemente mundo racional es modulado por la sabiduría popular que, con sus creencias, leyendas urbanas y supersticiones, influyen en nuestros patrones de comportamiento individual y colectivo. Hablamos de recursos metafísicos que en muchos casos irónicamente tienen una profunda raíz racional, citemos algunos ejemplos:
1) Mirarse en un espejo roto da mala suerte, el fondo racional del asunto es que debes deshacerte del él porque es un peligro, alguien se puede cortar.
2) Pasar debajo de una escalera da mala suerte, el fondo racional del asunto es que hay personas trabajando y puede caerte algo encima.
3) La infinidad de espíritus malévolos que deambulan cuando está entrada la noche y con mayor incidencia si hay mal tiempo, el fondo racional del asunto es que no es bueno trasnochar y menos exponerse a las inclemencias de la naturaleza.
4) La legendaria bala de plata (mi favorita), el fondo
racional del asunto es que la plata es un recurso escaso, por lo tanto, debes
de ser extremadamente preciso al usarla, complementemos esta metáfora indicando
que tres cosas no se recuperan nunca; la palabra dicha, la flecha lanzada y la
oportunidad perdida. Como verán la lista es extremadamente extensa.
Se puede afirmar que la sabiduría nos acerca al Transhumanismo (H+), que busca superar los límites naturales de la humanidad mediante el mejoramiento tecnológico y este a su vez, nos plantea el paradigma de la era Post-humana, es decir sin humanos. Como contraparte, la sabiduría popular es parte de nuestra identidad cultural, pues se trata buscar en nuestras raíces y reivindicar nuestras tradiciones, eso que nos hace humanos, demasiado humanos diría un sabio.
A modo de epílogo y en mi defensa, quiero indicar que el objetivo de la presente columna no es dar respuesta alguna, sino sembrar la duda y con ello promover el pensamiento crítico.
Texto: Romano Paz