viernes, 20 de marzo de 2015

De lo nacional a lo local, pólvora mojada

En Santa Cruz de la Sierra, la votación del 29 de marzo no se centrará para nada en las propuestas electorales de los candidatos, sino en su carisma y aceptación popular, es decir, un populismo puro y duro.

La Razón (Edición Impresa) / Romano Paz
00:01 / 15 de marzo de 2015

Para nadie que se precie de entender la “realidad nacional” boliviana en los albores del siglo XXI, le resulta ajeno el hecho de que en la última década hemos asistido a un cambio de época en el país, esto con mucho mayor énfasis en lo concerniente a las grandes ligas de la política nacional, es decir, el nivel central de gobierno.

A grandes rasgos, se puede afirmar que hemos dejado atrás el modelo de Estado liberal que le dio forma al país durante las dos últimas décadas del siglo XX, modelo que se caracterizó por una sistemática reducción a mínimos históricos del aparato burocrático estatal. Cabe mencionar que durante este periodo se experimentaron de manera sucesiva déficits fiscales que inflaron nuestra ya enorme deuda externa, situación que obligaba a los gobiernos de turno a hacer un uso racional de los pocos recursos con los que se contaba, hecho que resultaba ser un detonante que, de manera cíclica, incendiaba la holística y compleja efervescencia social que caracteriza a nuestro país (este último fenómeno se mantiene invariable).

CAUDILLOS. Otra de las características del anterior periodo fue el hecho de que se alternaron en el nivel central de gobierno caudillos de tamaño medio, mismos que en ninguno de los procesos electorales  lograron obtener la mayoría simple del 50 por ciento más 1, por lo que se propició una “democracia consensual”, en la que se conformaron grandes coaliciones de gobierno que incorporaron a fuerzas políticas minoritarias, a efecto de que el circunstancial oficialismo logre tener algo de gobernabilidad.

Pero todo ciclo llega a su epílogo y el periodo neoliberal no fue la excepción, tal como afirmara Alexis de Tocqueville: “En política, a veces, lo más difícil de apreciar y comprender es lo que sucede frente a nuestros ojos”; Y el cambio de época sobrevino como un alud que nadie divisó y que terminó sepultando a una buena parte de la clase política. Emergiendo en paralelo el neo-caudillismo de Evo Morales que de inmediato se proyectó en el escenario nacional. Este caudillo alzaba otras banderas y se empoderaba con otro discurso el 22 de enero de 2006; la revalorización de lo “nacional popular” (bandera política del MNR histórico), el indigenismo, una marcada posición ideológica globofóbica (el rechazo por la globalización, teniendo como máximo exponente a Estados Unidos y sus aliados) y el rechazo por la implementación de autonomías en Bolivia, esto último, por lo menos en el oriente del país, le sigue pasando factura política en las elecciones subnacionales de gobernadores y alcaldes.

En esta nueva época, que ha traído también una nueva Constitución Política del Estado, los bolivianos, no hemos tenido otro presidente que no sea Evo Morales, quien acaba de estrenarse en su tercer periodo de gobierno, por lo que también ésta es su época. Este periodo se ha caracterizado por amplios márgenes de gobernabilidad, gracias a la “democracia mayoritaria” instaurada por Morales, esto como resultado de los amplios márgenes de votación con los que ha salido electo y que le han permitido controlar los dos tercios en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional, durante los dos últimos periodos.

En este contexto, Morales en una primera instancia se opone de manera radical a la instauración de autonomías en Bolivia, posteriormente y luego de sendas derrotas, cambia de discurso de forma inteligente y pragmática, arropándose hábilmente la reivindicación autonómica, antes de ser aplastado por el tren de la historia. Éste es el periodo de mayor polarización política en el país y en el cual el Ejecutivo nacional comenzó a ejercer el poder de manera abusiva e injustificada contra las principales cabezas de la oposición: se destituyeron y apresaron a autoridades democráticamente electas, se utilizó el caso de supuesto terrorismo para descabezar a la oposición, infringiéndole una derrota política y militar; generando un clima de resistencia y rechazo hacia el MAS, algo que se ha disuelto medianamente en la última elección nacional gracias al acercamiento de Morales con los sectores empresariales cruceños.

A lo anteriormente expuesto, se deben de sumar otros dos factores: 1) no se ha ejecutado ninguna obra de impacto financiada por el Ejecutivo nacional en el municipio de Santa Cruz; y, 2) debido a las sucesivas pugnas y purgas internas del MAS, no se ha permitido que emerjan “caudillos” oficialistas de carácter local y mucho menos regional, pues podrían hacerle sombra al “jefazo” y disputarle el liderazgo del instrumento político en el mediano plazo.

Ante los múltiples e incesantes embates oficialistas, los partidos políticos de oposición y los distintos grupos de poder, han encontrado en los niveles de gobiernos subnacionales sus espacios naturales de supervivencia y reproducción del poder, mientras aguardan la oportunidad de reorganizarse y dar el gran salto al escenario nacional.

Finalmente, a todo lo anterior se debe que en Santa Cruz estemos frente a unas elecciones municipales con resultados cantados con antelación (más acentuado aún en las departamentales), fenómeno característico de la nueva era en que nos encontramos. Por lo que la votación del próximo 29 de marzo no se centrará para nada en las propuestas electorales de los candidatos, sino en su carisma y aceptación popular, es decir, un populismo puro y duro en el que la trilogía de los Fernández, le lleva una ventaja de más de dos décadas al “candidato prestado” del MAS, por lo que resulta casi irrelevante la artillería propagandística que pueda disponer el partido oficialista, pues su pólvora esta mojada y deberá resignarse al premio consuelo del tercer lugar, salvo que ocurra un seísmo político que altere la correlación de fuerzas, que de momento se mantienen céteris páribus (latín: ‘permaneciendo el resto constante’, ‘todo lo demás constante’).

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