miércoles, 16 de abril de 2014

La democracia retrocede en Bolivia


Una de las principales características de la democracia es que el gobierno goce de una amplia base de electores y simpatizantes que le doten de un aura de legitimidad, pero esta única condición no basta para llamar democrático a un régimen, pues en todo caso gobiernos como el de; Hitler; Mussolini, la dinastía de los Castros o el régimen populista de Nicolás Maduro, deberían de considerarse gobiernos ampliamente democráticos. ¿Entonces qué sucede…? Resulta que para hablar de democracia plena, se deben de considerar otras variables, veamos:

La alternancia en el poder, regla que es incumplida en todos los niveles de gobierno del Estado Bolivianos, siendo el caso más patético la habilitación de Morales para presentarse como candidato a un tercer mandato, cuando la CPE solo permite dos periodos.

La separación e independencia de poderes, con un sistema efectivo de frenos y contrapesos para impedir el uso discrecional del poder. Principio que en la “Bolivia del proceso de cambio” no se cumple, pues todos los poderes han sido cooptado y sometidos a los intereses del ejecutivo, con lo que también queda en entredicho otra de las variables fundamentales de la democracia; El Estado de Derecho.


Dentro de las libertades fundamentales de los ciudadanos se encuentra el “respeto al debido proceso” y la “presunción de inocencia”, regla que ha sido flagrantemente violada en el denominado caso terrorismo, pues la realidad contundente del “Caso Terrorismo” es que se ha presumido la culpabilidad de los implicados y acusados, cuando una encuesta realizada por Captura Consulting en el eje troncal de Bolivia a pedido de la revista Poder y Placer demuestra que a nivel nacional, el 57,6% de los encuestados cree que el principal acusador, el ex-fiscal Marcelo Sosa (hoy prófugo de la justicia boliviano y refugiado en Brasil aduciendo ser un perseguido político del régimen de Morales) fue un extorsionador, de ser cierto esto, el juicio carece de objetividad en la investigación y por lo tanto tiene vicio de nulidad.

Otra de las variables a considerar para medir la calidad de la democracia es un país es la “fortaleza y credibilidad” de las instituciones del Estado, es aquí donde se desploma y queda seriamente en entredicho la credibilidad de la versión oficialista sobre el caso terrorismo, de acuerdo a la encuesta anteriormente mencionada, el 46,0% de los encuestados a nivel nacional cree que el caso terrorismo fue un caso montado para afectar a adversarios políticos, mientras que el 38,0% cree que a Eduardo Rózsa lo trajo el gobierno, secundado por el NS/NR (36,3%). Ni siquiera en El Alto -que es la principal plaza electoral de Morales- tiene pleno apoyo la versión oficialista.  

Resulta que el 10 de octubre de 1982 recuperamos la democracia en Bolivia, de allí en adelante sendero y desafío a seguir era evolucionar de una de una “democracia en transición” hacia una “democracia en vías de consolidación” para finalmente afianzarnos en una “democracia consolidada”, lo cierto es que en Bolivia, al amparo de un amplio respaldo electoral el partido de gobierno a la cabeza de Morales, nos lleva más hacia una “democracia nominal”, en la que se vulneran a mansalva el resto de reglas, principios y valores.      

De acuerdo al estudio realizado por la Asociación Boliviana de Ciencia Política titulado: La Calidad de la democracia en Bolivia 2012, percepción y evaluación de los actores. El indicador agregado de calidad de la democracia en Bolivia, en una escala del 1 al 10 nos sitúa en 2012 en una línea descendente de 4,41.

Gráfico: Asociación Boliviana de Ciencia Política

Finalmente, ese indicador de 4,41 demuestra que Bolivia se encuentra en una democracia en transición, sin embargo esto muy preocupante, pues la escala descendente de la evolución histórica indica que estamos en transición hacia una “democracia nominal”. Esto mientras buena parte del mundo le rinde pleitesía y se maravilla con un régimen, que tal como se ha demostrado, restringe cada vez más a la democracia en Bolivia. 


Gráfico: Asociación Boliviana de Ciencia Política

Texto: Romano Paz

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