viernes, 25 de marzo de 2011

Rasgarse las vestiduras



Fuente: www.la-razon.com

En el escenario internacional, el mundo árabe se encuentra convulsionado, la guerra civil Libia entra en una etapa crítica y el alma humana se ve hecha pedazos producto de las cientos de vidas segadas. Si algo se puede rescatar de estas manifestaciones revolucionarias es que están desencadenando una ola de democratización en la región. En el otro polo, vemos los luctuosos desastres naturales acaecidos sobre Japón que han generado cuantiosas pérdidas materiales y humanas, sin contar la fuga radiactiva de magnitud y consecuencias impredecibles. En lo local, Bolivia se encuentra convulsionada e ingresando en una situación de crisis energética y financiera, lo triste es que el panorama se ve poco alentador en el mediano plazo.

Así es que en la presente columna no pretendo lastimar la retina del lector, por lo que voy a rasgarme las vestiduras de lo sociopolítico y de mi tan apreciada filosofía del martillo. En las siguientes líneas no pretendo otra cosa que hacer una descarada invitación a beber vino y disfrutar mientras se valora su arte oculto.

Este ejercicio restringido al mundo terreno involucra únicamente experiencias sensoriales, que nada le deben a lo metafísico, ya que las personas percibimos nuestro entorno mediante los cinco sentidos; y gracias a la gama infinita de experiencias que vamos acumulando durante nuestra vida, construimos una idea distorsionada del mundo que habitamos. A ello se debe que dos personas no puedan sentir sensorialmente igual, por lo que resultan ejercicios bastante subjetivos el aprecio de una obra de arte, la crítica a una película, etc.

En el caso del vino, cuatro son los sentidos involucrados, veamos: la fase inicial es visual y se trata de observar los matices (colores) y el cuerpo del caldo. A mayor viscosidad le costará al vino deslizarse por la paredes de la copa, esto gracias a la cantidad de azúcares naturales que contiene (vinos producidos con uvas poco maduras resultan ligeros, siendo lo contrario cuando se usan uvas maduras o sobremaduras).

La segunda fase es olfativa, y en ella se aprecian los aromas de vino. Si éste es joven, las notas serán a frutas frescas, y si es un reserva pasado por madera, aflorarán frutos secos, especias y otros. La tercera fase es táctil y gustativa. En ella se aprecian los diferentes sabores del vino que tienden a estar armonizados con los aromas, además el paladar percibe la textura de vino de la misma manera que cuando tocamos una superficie con la piel, por lo que el caldo nos resulta áspero, sedoso, carnoso, entre otras.

Finalmente, se valora la persistencia del vino en boca: sabor, sensación táctil y aromas. Mientras más tiempo perdure la experiencia sensorial se tratará de vinos de alta gama, y sucederá lo contrario mientras más volátil sea la experiencia.

A modo de epílogo, considero que no existen vinos buenos o malos, lo que sí existen son personas capaces de disfrutar con la picardía de un vino joven, y de forma análoga, redimirse con la elegancia e intensidad de una gran reserva.


Romano Paz
es politólogo

ver: http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=127452&EditionId=2478

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