La élite intelectual de una
sociedad tiene entre sus muchos desafíos el de ejercer como una masa crítica
que taladra y martilla con vehemencia sobre la realidad de su espacio-tiempo, para
denunciar imposturas y defenestrar paradigmas anacrónicos. Sin embargo, no
basta con ser críticos del establishment (orden imperante o grupo dominante),
otro de los monumentales retos que debe de asumir una élite intelectual (que se
precie de ser tal), es la de trazar nuevos horizontes académicos y
paradigmáticos. En síntesis, es la primera línea en la denominada “batalla de
las ideas”, lo que el filósofo Karl Marx, bautizara en su momento como el “materialismo
dialectico”.
Cabe mencionar que todo establishment,
para mantener los privilegios que le otorga cierto status quo, requiere de un indeterminado número de aliados
y secuaces que estén dispuestos a
defenderlo mediante una serie de acciones, por lo que además de los
grupos de poder y los grupos de choque dispuestos a hacer uso de la fuerza,
también surgen los denominados “intelectuales orgánicos”, se trata de una rama
históricamente presente en todas las sociedades del mundo, y que en sus
múltiples variantes se caracterizan por ser intelectuales que (en mayor o menor
grado), renuncian a la crítica social, para ser constructores de realidades
utópicas. En esa lógica recurren a todo tipo de argumentos (teocráticos,
ideológicos, míticos, astronómicos, teóricos o filosóficos), para fundamentar y
defender la continuidad del régimen y del orden imperante.
Se puede decir que los
orgánicos, por afinidad ideológica o a cambio de ciertos “incentivos
selectivos” (sistema de premios y castigos), resultar ser armónicos y
consonantes con el establishment, a ello se debe que en múltiples ocasiones se
pongan la camiseta y ejerzan de feroces “barras bravas”, en una clara expresión
de que solo son una ramificación del cuerpo principal. Mientras que los
intelectuales, por su espíritu libre pensante y contestatario, casi siempre son
discordes a la política dominante y por defecto; ¡incómodos para el poder!
Los orgánicos tienden a
tener una visión monocromática (en blanco y negro) y reduccionista de la
realidad, analizándola desde la perspectiva del mítico combate entre los buenos
contra los malos de la “película”. Mientras que los intelectuales perciben la
realidad como una compleja policromía en altísima definición, escenario en el
que el conflicto es una constante, ni positivo ni negativo, simplemente parte
de la realidad. A esto último los alemanes lo definen como “realpolitik” o
política de la realidad, es decir la política basada en intereses prácticos y
acciones concretas.
Finalmente, el desafío de
los libres pensantes es no ser absorbidos por el sistema mediante el cebo dogmático
o los incentivos selectivos, mientras que los orgánicos en la mayoría de los
casos devienen en una cosecha pérdida para las ciencias sociales. Pero hay
excepciones, entre los grandes defensores del establishment de su época,
tenemos al insigne filósofo Thomas Hobbes, quien en su obra fundamental el
Leviatán (1561), abogaba y justifica que monarca era el soberano y como tal debía de
detentar poderes absolutos para mantener el orden público, sin la necesidad de
rendirle cuenta a Dios ni al pueblo.
Texto: Romano Paz
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