Nos encontramos en el umbral de una
democracia en la que gobierna una fuerza política mayoritaria, caracterizada
por un gobierno en el que claramente predomina y se impone el poder ejecutivo
sobre el legislativo, judicial y electoral, partido político que a pesar de sus
grietas, se mantiene cohesionado y procede eventualmente de forma autoritaria
contra una oposición que se encuentra desarticulada, en cierta medida echada a
menos y en algunos casos hasta auto censurada.
Este apéndice de la trágica historia de
Bolivia, me remite al diez de octubre de 1982, momento justo en que se hizo
realidad la utopía democrática, asumía la presidencia Hernán Siles Suazo con la
UDP, alianza que terminaría siendo el primer y último gobierno de izquierda en
lo que hemos convenido llamar el “periodo de los partidos tradicionales”, ya que
se acortó el mandato constitucional en un año debido a la profunda crisis
económica que azotaba al país, situación que favoreció a gobierno posteriores para
que apliquen la moda internacional del momento; el neoliberalismo.
En este periodo hay un debilitamiento
de las ideologías de izquierda en Bolivia y gran parte del mundo, debido a que
la polarización antagónica de la guerra fría pierde vigencia y los partidos
políticos dejan de motivar a sus masas con incentivos netamente ideólogos y se
convierten en partidos pragmáticos que tratan de llegar al poder como oficialista
o aliados, ya que su principal objetivo es acceder a una tajada de la administración
pública para poder mantener una militancia mayoritariamente mercenaria.
Durante aquellos años se encontraba
vigente el paradigma de la “Democracia
Pactada”, durante aquel periodo una sola triada partidaria (MIR, ADN y MNR)
roto en las tres funciones que el sistema electoral les permitía (oficialismo,
aliado y oposición), esto gracias a su comportamiento pragmático que les
facilitó tejer alianzas con todo tipo de fuerzas políticas menores para instalarse
en el poder y de esta manera poder atender las demandas de su clientela
política.
Durante estas más de dos décadas, en
su gran mayoría la oposición de los partidos perdió su identidad y tendió a ser
absorbida por el oficialismo, no siendo así la oposición civil e intelectual.
Sumado a ello, las diferentes coaliciones gobernantes se dedicaron a reducir la
burocracia estatal, lo que produjo una reducción significativa de su
militancia, ya que era cada vez menos la cantidad de pegas que estaban en
condiciones de ofertar, así que se convirtieron en partidos electoralistas o de
laboratorio, es decir manejados por un grupo de expertos en comunicación
política y edificados sobre la suela del zapato, de quien funge como líder de
la organización.
En fin, el 2005 arriba un partido que
siguiendo los pasos de sus antecesores, participa de elecciones democráticas
abiertas y pluralistas, sin practicar la pluralidad y la democracia
internamente, se le debe sumar una oposición que no entiende el rol que debe
asumir y que tampoco practica la democracia interna, a mi parecer son variables
que arrojan una hipótesis, nuestra coyuntura es un fiel reflejo de lo que somos
y soportamos como sociedad.
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Texto: Romano Paz
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