Mayo es para los bolivianos entre
muchas cosas el mes de las madres, esto en homenaje a las heroínas caídas en la
coronilla. Vale decir que detrás de esos emotivos festejos se transmiten gritos
de libertad. Por medio del maldito silencio de las y los que osaron ser libres, resuenan esos inclaudicables
ideales de justicia y democracia. En nuestros días estos héroes parecen haberse
esfumado en el letargo de la historia, y es que para unos son muchos ya
los años transcurridos, mientras que para
otros la trágica historia recién comienza y hay quienes lidian con esos
nefastos días lúgubres esperando que no les llegue la hora.
Evidentemente con la sangre de los
mártires, liberamos a Charcas, combatimos los afanes imperialistas de nuestros
vecinos, revulocionamos a Bolivia el 52, derrocamos dictaduras e instauramos la
democracia en Bolivia, sin que esto signifique que la hemos consolidado, ya que
son muchos los caídos en democracia y mas de un presidente en estos últimos
veinticinco años, fue forzado a acortar su mandato. El 27 de mayo también
recordamos el Día del Desaparecido Boliviano, como muestra clara de las muchas
heridas todavía abiertas, y de que todavía nos queda bastante faena en la
profundización de nuestra democracia.
El terrorismo de Estado,
caracterizado por el uso abusivo e injustificado del poder esta tan vigente hoy
como ayer, solo que se hace presente en otras formas y matices, esta vez bajo
la consigna de ideologías y proyectos políticos supremos, recurre a la
propaganda política goebbeliana, para blasfemar, desinformar e incentivar condiciones
que pretenden delimitar antagonismos absurdos entre un nosotros y un ellos,
actitudes xenófobas que procuran incentivar y motivar a las masas afines, además de sembrar miedo y
temor en los bandos opuestos. El resultado de estas actitudes ha sido siempre
la imposición y el acoso a las libertades político-civiles de los ciudadanos,
ya sea de forma masiva, de género o particularista.
Que el acoso a los medios de comunicación,
las agresiones físicas y verbales a los ciudadanos por su condición de
campesino, forastero, blanco, moreno, indígena, joven, mujer, etc. Lejos de
incentivar la violencia y la intolerancia, nos recuerde lo infinitamente
diferentes que somos y lo mucho que necesitamos a la Democracia como
principios y valores que nos permitan desarrollar una convivencia pacifica,
plural, intercultural y participativa. Evitando así caer en los uní
lateralismos y autoritarismos, para garantizar la ciudadanía plena y universal
de todo ser humano que transite por nuestra madre patria.
Busquemos en nuestra existencia
principios, valores y sueños que inspiren nuestras vidas, al punto inclusive de
consagrarnos a una causa, mismo valores por los que probablemente estemos
dispuestos a morir defendiéndolos. Cabe resaltar que esos ideales dejan de ser
justos cuando estamos dispuestos a blasfemar, herir o privar el derecho de la
vida a terceros. Concluyo diciendo que podemos combatir con vehemencia las
ideas del nuestros coyunturales oponentes políticos, pero jamás negarles el
derecho a defenderlas.
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Texto: Romano Paz
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