Desde ningún punto
de vista pretendo categorizar o generalizar conceptualmente al partido político
en función de gobierno, tampoco a la oposición política
sensata de nuestro país. La presente columna es para examinar brevemente
los discursos barajados por los grupos minoritarios que hacen de escuderos de
los discordes polos –me refiero a los xenófobos- actualmente enfrentados ideológicamente en
Bolivia, estos irónicamente se repelen y se declaran mutuamente enemigos
antagónicos, tal es su ceguera dogmatica, que análogamente caen en los mismos
vicios, y son incapaces de percatarse que juntos forman las dos caras de una
misma moneda.
Los pro-oficialistas;
son seductores actores políticos que aparentemente creen ser la reencarnación
de algún rey-filosofo antiguo. Es sorprende la facilidad con la que se arropan
el monopolio de la verdad, este don sobrehumano -que los acerca más a los
antiguos dioses paganos que a nosotros, unos simples mortales- es usado
discrecionalmente para distinguir y sancionar categóricamente lo
bueno de lo malo, de esta manera no dan lugar a replica o la duda sobre la
validez y el sentido lógico de sus juicios emitidos; Pretenden paralizar y restringir
todo tipo de sentido crítico en la sociedad, no hace falta hacer uso de la
razón para meditar sobre sus actos, ya todo está dicho, ya todo está escrito.
Los
anti-oficialistas; no son querubines que han caído inocentemente en este juego
de idiotización de la política boliviana, por supuesto también son actores
minoritarios con poca o nula cultura democrática, idénticamente acostumbrados
al maniqueísmo político y las practicas
fascistas, hacen uso de las mismas herramientas, solo que en sentido
contrario.
Todos estos personajes
pugnan por captar la atención de la opinión pública, para nuestra desgracia
carecen de argumentos coherentes y sólidos, no tienen propuestas de políticas
públicas que apunten a consolidar un proyecto de país viable, en su
desesperación por monopolizar la atención del electorado solo les queda
recurrir a los insultos para descalificar vilmente a sus adversarios políticos.
En busca de contenido han mutado para convertirse en discípulos obtusos de la
ilustración, renunciaron a reconocer la cruda realidad social vigente de
nuestro país; en nuestras ruinas como Estado, no son capaces de ver más que
odio, rencor, intolerancia y deseos de venganza. Muy cobardemente manipulan y
se dedican a atacar verdades ya superadas (la corrupción, el narcotráfico, la iglesia
medieval, la colonia, las dictaduras, el latifundio, la oligarquía, etc.), debate
actualmente fuera de contexto ya que solo un demente las defendería.
¡Le debemos a la
polarización política!, que de un tiempo a esta parte se hayan incrementado
considerablemente las agresiones físicas y verbales a los diversos medios de
comunicación, ciudadanos en general, actores y disidentes políticos de todo
pelaje. Son dos némesis que juzgan sumariamente a sus contrincantes, se
necesitan mutuamente para justificar su existencia en el escenario político
nacional.
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Texto: Romano Paz
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