La historia de los
territorios que hoy llamamos Bolivia, se han caracterizado por una dinámica social
en permanente crisis, con fenómenos que datan desde hace más de tres milenios, aquí
los periodos de conflicto, más que una ruptura son sinónimo de continuidad. La
actual coyuntura es tan inestable que fácilmente tendemos a olvidar que Bolivia
es un Estado que ha sido forjado entre diversas colonizaciones, luchas
independentistas, dictaduras, afanes bélicos y totalitarios, todos marcados por
los senderos de un autoritarismo acostumbrado a ejercer el poder de forma abusiva.
Si bien a la fecha, llevamos 30 años de democracia ininterrumpida, estos han
sido marcados con sangre, dolor y lágrimas, por lo que se continúa arrastrando
la histórica deuda de un Estado administrado por gobiernos en permanente guerra
contra buena parte de su propia población, sin que el actual gobierno pueda
considerarse una excepción.
A pesar de que
mucho se ha escrito sobre el tema, es necesario reflexionar sobre el hecho de que
la democracia es una mera creación de los seres humanos, y que lejos de ser un
idealismo utópico, es más bien un procedimiento del sistema político, que
permite distribuir el poder de forma civilizada entre los ciudadanos, por
supuesto, este sistema de participación política, se encuentra cimentado en determinados
principios, valores e instituciones perfectibles, que entre varios otro
aspectos, buscan garantizar; condiciones mínimas de oportunidad e igualdad política
(vigencia plena de un Estado de Derecho), la alternabilidad política en las
estructuras de poder y la institucionalización de una oposición política que
sea plural y jurídicamente reconocida como tal.
Infelizmente, la
mayoría de los ciudadanos bolivianos, han construido una cultura política
basada en idearios poco democráticos, por lo que es frecuente observar como casi
todos los actores discordes, tienden a considerar a sus adversarios como
enemigos a los que se debe destruir, no así adversarios de legítima existencia,
con los que puede se debatir inclusive con un cierto grado de hostilidad, sin cuestionarles
jamás su derecho a defender sus ideas. Es de esta manera, que mientras no
exista un amplio respeto hacia el “pluralismo político” en todo el territorio
nacional, no podremos hablar de vigencia plena del sistema democrático en
Bolivia.
En el caso de que
persistan estas debilidades, tendremos que atenernos a los peligros del
floreciente populismo, ya sea que este provenga de un fascismo anacoreta e intolerante,
o de una trasnochada izquierda también intolerante, que ha perdido su consonancia
y que desesperadamente busca encontrar un némesis que le facilite una argumentación
ideológica para justificar el poder.
Por mi parte,
considero que solo los necios hacen la guerra por odio o por amor, así que me
despido con una reflexión de José Ortega y Gasset;
"Ser de la izquierda, es como ser de la derecha, una de las infinitas
maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil…."
Texto: Romano Paz
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