No es que me quiera robar el título
del libro publicado por el ex candidato a la presidencia de Estados Unidos Al
Gore, pero me parece bastante acertado en los argumentos de su contenido, y lo cierto es que no es el único en afirmar que
desde hace un tiempo atrás la razón anda de capa caída, ya que pareciera vislumbrarse un retorno de la
barbarie en pleno siglo XXI. Y es que
son cada día más comunes y socialmente aceptadas algunas prácticas político-sociales
que hubieran espantado a nuestros contemporáneos, al parecer se cumple la
popular frase de que “lo poco espanta y lo mucho amansa”.
Simón Bolívar afirmaba que debíamos resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos embisten a la vez: la tiranía y la anarquía, estas permanentemente atacan nuestro frágil sistema democrático. Resulta pues que la base para garantizar la vigencia o continuidad de nuestra pequeña isla de libertad es una sociedad informada, con la suficiente capacidad crítica para premiar o castigar a sus gobernantes mediante el voto universal y secreto. Básicamente al poder ejecutivo –vale decir el presidente y sus ministros- en un Estado de derecho se le ha puesto un bozal para que no muerda y se le han cortado la uñas para que no arañe y no caiga en ilegalidades, por supuesto me refiero a la debida separación e independencia de los poderes legislativo y judicial.
La globalización y el capitalismo con todas sus luces y sombras forman parte de nuestra realidad concreta, estos complejos fenómenos han extasiado a los mercadólogos; profesionales especialistas en crear mercados para bienes y servicios, allí donde no existían, sus herramientas son poderosas:
Consisten en campañas de mercadotecnia orientadas a crear necesidades y posicionar marcas en las mentes de los consumidores, en su ardua faena han convertido a la Tv en su caballo de batalla, ya que rápidamente se dieron cuenta que el ciudadano común pasa cerca de cuatro horas al día postrado delante de un televisor, y por lo tanto éste es el medio ideal para influenciar nuestros gustos y cultura de consumo, y hasta allí todo bien.
Por supuesto el resto de
cientistas sociales nos percatamos del mencionado fenómeno, y allí empezó el
juego sucio. Aprendimos rápidamente que también la opinión pública, las preferencias y apoyos
electorales -con el debido presupuesto y una buena campaña de propaganda política
basada en el muestreo estadístico- pueden ser fácilmente manipuladas, ¿de qué
manera? se preguntaran: Cada vez son más las personas que miran la Tv, ésta es una actividad que
solo nos genera impulsos producidos por los sentidos, es más instintiva y dada
la saturación de imágenes y sonidos la reflexión pasa a un segundo plano.
Mientras que la lectura (de periódicos, semanarios, revistas especializadas,
webs, blogs, etc.) es una actividad que favorece la reflexión y el análisis...
pues conlleva al esfuerzo del razonamiento.
Y es que nuestras preferencias televisivas por los programas enlatados -donde irónica
pero no accidentalmente abunda la propaganda política- nos han convertido en una sociedad desinformada y
desinteresada de la realidad política, con poca capacidad de análisis
crítico y por consiguiente fácilmente manipulable,
con lo cual se ha puesto en peligro a la democracia.
Texto: Romano Paz
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