De un tiempo a esta parte, se ha vuelto recurrente escuchar en todo tipo de tertulia o dialogo a muchos analistas, investigadores y hasta doctos en ciencias sociales afirmar con vehemencia y de manera contundente que; el único proyecto de país vigente sería el denominando proceso de cambio.
Demás está decir que no me encuentro en lo absoluto de acuerdo con lo que yo considero arriesgados puntos de vista, por lo que en las siguientes líneas trataré de argumentar mi posición al respecto.
Para analizar el desarrollo histórico del Estado que hemos convenido llamar Bolivia, me remonto inevitablemente a la República Popular de China, ya que este Estado ha sido definido por sus propios precursores en la teoría como un Estado comunista, mismo que en la práctica nunca ha pasado el umbral del modelo socialista de Estado.
Resulta pues que China en el plano de las libertades civiles y políticas mantiene un férreo control sobre todo tipo de disidencia, crítica u oposición al régimen gobernante y el modelo de Estado. Lo curioso es que China si tiene un proyecto de país que anecdóticamente se maneja de manera pragmática en el plano económico, veamos; a pesar de que China se define como un Estado comunista, no están permitidas las huelgas, los paros, las protestas, las marchas los bloqueos, en fin, todo tipo de medidas que son el común denominador de la realidad política boliviana.
Se preguntarán; ¿qué sucede?, la respuesta es que el proyecto de país que ha llevado a China a ser la actual segunda potencia económica mundial y a amenazar en el mediano plazo la hegemonía norteamericana, se basa en tres simples criterios;
1) si la medida conduce a mejorar la productividad,
2) si la medida ayuda a mejorar la vida de la gente
3) si la medida contribuye a aumentar la fortaleza del país.
Analice usted querido lector la callecracia y el tan arraigado caudillismo boliviano basándose en estos tres criterios y saque usted sus propias conclusiones.
1) si la medida conduce a mejorar la productividad,
2) si la medida ayuda a mejorar la vida de la gente
3) si la medida contribuye a aumentar la fortaleza del país.
Analice usted querido lector la callecracia y el tan arraigado caudillismo boliviano basándose en estos tres criterios y saque usted sus propias conclusiones.
Las mías son que en Bolivia jamás se ha podido desarrollar un proyecto de país, aquí en el Estado más vapuleado, ultrajado y saqueado del cono sur, lo único que hemos tenido son proyectos de poder que han seguido como libreto las teorías de Karl Marx o Max Weber, mismas que definen al Estado como un instrumento de dominación al servicio de diferentes grupos de poder, o de instrumento de dominación de una clase sobre otra.
Si bien hemos atravesado por diferentes paradigmas a lo largo de estos casi doscientos años de historia política, estos simplemente han fungido como verdades socialmente aceptadas para legitimar en el poder en determinado tiempo de manera dogmáticamente a las diferentes élites dominantes. Revisemos pues algunos de los paradigmas y veremos que el caudillismo presidencialista, el patriotismo, el nacionalismo revolucionario, el nacionalismo de carácter dictatorial, la democracia pactada o el proceso de cambio entre muchos otros, no han sido otra cosa que proyectos de poder concebidos para fortalecer al gobierno de turno, pero nunca al Estado Boliviano, de allí que seamos un estado anárquico que derrapa hacia Estado Fallido o Narco estado.
Texto: Romano Paz
Texto: Romano Paz
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