viernes, 7 de diciembre de 2012

Andrés Ibáñez y sus hermanos de sangre


Pensar implica irremediablemente ‘razonar’ de manera distinta a la élite dominante y a la idiosincrasia que marca el ritmo a toda masa social en determinado tiempo y espacio.
 
Pensar y razonar de manera libre es ser temerario, pues se trata de una filosofía de vida que invoca a las personas a asumir una postura, la de cuestionar y ser críticos con la realidad que les ha tocado vivir. Esto, por supuesto, no es poca cosa, se trata de uno de los trabajos más peligrosos de la historia, veamos algunos casos.
 
Sócrates, el hombre más sabio no solo de Atenas, sino de todo el mundo antiguo, fue crítico con los vicios y las miserias de la élite dominante de la Atenas del siglo IV a.C. Por tal oprobio fue condenado en un juicio sumario a morir bebiendo la cicuta.

Uno de los más emblemáticos es Jesús, pues él fue capaz de concebir un Estado laico, con una sociedad libre y tolerante, en un contexto diametralmente opuesto. Con su afrenta se adelantó casi dos mil años a su época, pues intentó ‘asesinar’ a toda una constelación de deidades poniendo en entredicho la fe de las personas, sacudiendo los cimientos dogmáticos del Estado teocrático y la sociedad de castas. Por tal afrenta fue condenado a una muerte dramática y atroz.  
 
 
Martín Lutero, por cuestionar los vicios, las miserias y el dogmatismo de una institución más que decadente, debió optar por el exilio para que su cuerpo no atizara el voraz fuego de la hoguera.


Simón Bolívar encontró la muerte en una situación paupérrima y miserable, esto mientras escapaba de quienes pretendían darle muerte. Falleció sin poder hacer realidad el sueño de volver a armar su ejército para liberar a América del colonialismo criollo, pues había arado en el mar.

Su pecado fue ser un ilustrado y demócrata en una sociedad colonial que solo pretendía cortar el cordón umbilical con la metrópoli española para cambiar al amo ibérico por el amo criollo.

Andrés Ibáñez fue entregado por la oligarquía cruceña a sus captores, que descendieron de los Andes para capturarlo y fusilarlo, esto en clara muestra del modelo centralista de Estado vigente hasta la fecha desde el nacimiento de Bolivia. Lo irónico es que se trata del mismo centralismo que, hoy por hoy, hace tragar sapos y culebras a la mayor parte de los líderes cruceños.


Al igual que sus antecesores librepensadores, el pecado de Andrés Ibáñez fue nuevamente atreverse a ‘pensar’ de manera distinta al paradigma social dominante, pues al ser un federalista interpelaba el modelo centralista de Estado y al ser un igualitario interpelaba la sociedad de castas, y los oligarcas criollos del oriente y del occidente del país no estaban dispuestos a perder sus privilegios; no es de extrañar que le hicieran pagar el precio más alto, la vida.
 

Como pensar puede tener un costo alto y no todos quieren ser mártires, muchos optan por el silencio, algunos por manifestarse en clave o el anonimato, y otros por las sociedades secretas. Cada quien decide.

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